miércoles, 29 de mayo de 2013

Entrevista Pablo Pineau

Entrevista a Pablo Pineau “Memoria histórica y enseñanza”

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Pablo Pineau. Doctor en Educación de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Profesor de Historia de la Educación. Autor de diversos trabajos nacionales e internacionales sobre historia, política y teoría de la educación argentina y latinoamericana. Actualmente ocupa la presidencia de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación. Se desempeña como profesor en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad Nacional de Luján y en instituciones de formación y capacitación docente. Ha publicado junto a I. Dussel y M. Caruso La escuela como máquina de educar. Y el libroRelatos de escuela. Una compilación de textos breves sobre la experiencia escolar.
Recuperar la memoria histórica, defender los derechos humanos, en especial de los niños, e imaginar mejores escenarios con futuros más justos son algunas de las propuestas y retos que Pablo Pineau, un arraigado defensor de la memoria, la educación y la pedagogía, plantea a los docentes de nuestros tiempos.
Eleducador.com habló con Pablo Pineau, Presidente de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación, y estos son algunos de sus aportes sobre la enseñanza de la historia en nuestros tiempos.
Historia e imaginación

La historia debe considerarse como un derecho humano y las nuevas generaciones deben saber qué pasó; por ende, las generaciones adultas tienen la obligación de transmitir el pasado, pero no con mirada melancólica o nostálgica, porque la historia es como una caja de herramientas, en ella se encuentran los implementos necesarios para construir una sociedad mejor.
A su vez, la imaginación cumple un papel muy importante, pues es “la cara bonita de la memoria”, nadie imagina si no que recuerda, y en el contexto actual resulta necesario imaginar mejores futuros y sociedades más justas. Además, los profesores hemos perdido la idea de crear. Por eso, el modelo tradicional de enseñanza del siglo XX, donde el docente estaba convencido de que el futuro de la humanidad estaba en sus clases, se debe recuperar, aunque no de forma totalitaria.
Así mismo, es preocupante la pérdida del discurso pedagógico en sí. Explico: por un lado, todos los problemas sociales se derivan de la educación, ahora todo es un problema educativo, la educación aparece como una varita mágica que lo arregla todo y, por otra parte, los pedagogos han descuidado pensar en temas centrales como la tradición, la cultura y el tema del diálogo internacional.
¿Qué enseñar?
En la escuela del siglo XX se trabajaba la oferta; es decir, una institución llegaba a un lugar y prometía brindar algo bueno para los estudiantes; en otras palabras, la escuela se planteaba qué tenían que decir, aunque eso era una enorme puerta para el autoritarismo y el racismo.
Ahora la escuela no puede convertirse en una institución que satisface la demanda, enseña lo que la gente quiere. Es decir, construye un mercado y no buenos estudiantes, en la escuela se debe incorporar el “yo creo que vale la pena”.
¿Cómo enseñar e incentivar el aprendizaje?
Es importante rescatar el debate pedagógico en la escuela como una forma de recuperación de cómo enseñar. La pregunta debe ser cómo producir buenas prácticas de enseñanza y no tanto indagar cómo aprenden los estudiantes, claro está que la segunda se deriva necesariamente de la primera.
La educación tiene que seguir siendo base de la cultura letrada, usar las prácticas de alfabetización tradicionales, el uso de libros, páginas que la escuela todavía debe mantener.
En el nuevo siglo existen tres labores claras para la escuela y los docentes: primero, la escuela debe recuperar la cultura escrita, porque esta potencia muchas habilidades, también se debe incluir la cultura digital y oral; segundo, tratar de recuperar a la escuela como un espacio de encuentro de distintos caracteres; y tercero, considerar a la escuela como el lugar en donde se pueden construir mejores escenarios. Algo de la construcción, no todo.
¿Qué recursos usar para la enseñanza de la historia, las nuevas tecnologías, los libros de texto, videos, etc.?
El libro de texto escolar es importante, es una forma más de transmisión de cultura. Un libro puede desarrollar competencias que no se desarrollan con otras herramientas. Sin embargo, el libro de texto entra en contradicción cuando lo llenan de imágenes, notas, mapas, cuadraditos, notas, recortes, eso es muy bonito, pero han perdido la cuestión de instruir. Son agradables pero no muestran el desarrollo del tema, lo que impide hacer una evaluación de desarrollo en los niños que han leído el libro.
En cuanto a las nuevas tecnologías, éstas complementan y son algo positivo para la educación, aunque también son perjudiciales para la misma. Gran cantidad de escuelas tienen su página web para que, dentro de unos años, las conozcan, pero las nuevas tecnologías ocultan la conservación porque su consumo es inmediato y rápido.
Los libros se parecen cada vez más a las páginas web, no es que las páginas web sean malas, pero cada género debe respetar su autenticidad. Si los libros se parecen a las web le quitamos el derecho al niño de leer. El libro debe mantener su condición de libro.
Por ejemplo, en Argentina existen diferentes metodologías que intentan mostrar la historia de forma más dinámica. Una de ellas es la pedagogía con objetos, visitas a museos y ciudades, el uso de formas alternativas, la historia como consumo, mediatizada en documentales, la recuperación de héroes olvidados. Sin embargo, a veces pareciera que la historia tuviera que ver más con una novela de intriga que con hechos sociales concretos.
¿Cómo evaluar?
En primer lugar no soy amigo de la promoción automática, me parece una forma de disculparse. Hay que revisar las cuestiones de cómo evaluar, cuándo evaluar, cómo hacer para que los niños quieran ir la escuela, escuela de contención. La única forma que un docente tiene para que sus estudiantes aprendan es cambiar la forma de evaluar.
La motivación de un estudiante para ir a la escuela no debe ser solo por aprobar el año escolar, lo importante es generar en ellos un entusiasmo por aprender, por saber qué vale la pena. La evaluación es un momento agotado y entre más agotado mejor funciona el proceso de calificación.

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