Entrevista a Pablo Pineau “Memoria histórica y enseñanza”
Pablo Pineau. Doctor en
Educación de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Profesor de
Historia de la Educación. Autor de diversos trabajos nacionales e
internacionales sobre historia, política y teoría de la educación
argentina y latinoamericana. Actualmente ocupa la presidencia de la
Sociedad Argentina de Historia de la Educación. Se desempeña como
profesor en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad Nacional
de Luján y en instituciones de formación y capacitación docente. Ha
publicado junto a I. Dussel y M. Caruso La escuela como máquina de
educar. Y el libroRelatos de escuela. Una compilación de textos breves
sobre la experiencia escolar.
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Recuperar la
memoria histórica, defender los derechos humanos, en especial de los
niños, e imaginar mejores escenarios con futuros más justos son algunas
de las propuestas y retos que Pablo Pineau, un arraigado defensor de la
memoria, la educación y la pedagogía, plantea a los docentes de nuestros
tiempos.
Eleducador.com habló
con Pablo Pineau, Presidente de la Sociedad Argentina de Historia de la
Educación, y estos son algunos de sus aportes sobre la enseñanza de la
historia en nuestros tiempos.
Historia e imaginación
La historia debe
considerarse como un derecho humano y las nuevas generaciones deben
saber qué pasó; por ende, las generaciones adultas tienen la obligación
de transmitir el pasado, pero no con mirada melancólica o nostálgica,
porque la historia es como una caja de herramientas, en ella se
encuentran los implementos necesarios para construir una sociedad mejor.
A su vez, la
imaginación cumple un papel muy importante, pues es “la cara bonita de
la memoria”, nadie imagina si no que recuerda, y en el contexto actual
resulta necesario imaginar mejores futuros y sociedades más justas.
Además, los profesores hemos perdido la idea de crear. Por eso, el
modelo tradicional de enseñanza del siglo XX, donde el docente estaba
convencido de que el futuro de la humanidad estaba en sus clases, se
debe recuperar, aunque no de forma totalitaria.
Así mismo, es
preocupante la pérdida del discurso pedagógico en sí. Explico: por un
lado, todos los problemas sociales se derivan de la educación, ahora
todo es un problema educativo, la educación aparece como una varita
mágica que lo arregla todo y, por otra parte, los pedagogos han
descuidado pensar en temas centrales como la tradición, la cultura y el
tema del diálogo internacional.
¿Qué enseñar?
En
la escuela del siglo XX se trabajaba la oferta; es decir, una
institución llegaba a un lugar y prometía brindar algo bueno para los
estudiantes; en otras palabras, la escuela se planteaba qué tenían que
decir, aunque eso era una enorme puerta para el autoritarismo y el
racismo.
Ahora
la escuela no puede convertirse en una institución que satisface la
demanda, enseña lo que la gente quiere. Es decir, construye un mercado y
no buenos estudiantes, en la escuela se debe incorporar el “yo creo que
vale la pena”.
¿Cómo enseñar e incentivar el aprendizaje?
Es importante
rescatar el debate pedagógico en la escuela como una forma de
recuperación de cómo enseñar. La pregunta debe ser cómo producir buenas
prácticas de enseñanza y no tanto indagar cómo aprenden los estudiantes,
claro está que la segunda se deriva necesariamente de la primera.
La educación
tiene que seguir siendo base de la cultura letrada, usar las prácticas
de alfabetización tradicionales, el uso de libros, páginas que la
escuela todavía debe mantener.
En el nuevo
siglo existen tres labores claras para la escuela y los docentes:
primero, la escuela debe recuperar la cultura escrita, porque esta
potencia muchas habilidades, también se debe incluir la cultura digital y
oral; segundo, tratar de recuperar a la escuela como un espacio de
encuentro de distintos caracteres; y tercero, considerar a la escuela
como el lugar en donde se pueden construir mejores escenarios. Algo de
la construcción, no todo.
¿Qué recursos usar para la enseñanza de la historia, las nuevas tecnologías, los libros de texto, videos, etc.?
El libro de
texto escolar es importante, es una forma más de transmisión de cultura.
Un libro puede desarrollar competencias que no se desarrollan con otras
herramientas. Sin embargo, el libro de texto entra en contradicción
cuando lo llenan de imágenes, notas, mapas, cuadraditos, notas,
recortes, eso es muy bonito, pero han perdido la cuestión de instruir.
Son agradables pero no muestran el desarrollo del tema, lo que impide
hacer una evaluación de desarrollo en los niños que han leído el libro.
En cuanto a las
nuevas tecnologías, éstas complementan y son algo positivo para la
educación, aunque también son perjudiciales para la misma. Gran cantidad
de escuelas tienen su página web para que, dentro de unos años, las
conozcan, pero las nuevas tecnologías ocultan la conservación porque su
consumo es inmediato y rápido.
Los libros se
parecen cada vez más a las páginas web, no es que las páginas web sean
malas, pero cada género debe respetar su autenticidad. Si los libros se
parecen a las web le quitamos el derecho al niño de leer. El libro debe
mantener su condición de libro.
Por ejemplo, en
Argentina existen diferentes metodologías que intentan mostrar la
historia de forma más dinámica. Una de ellas es la pedagogía con
objetos, visitas a museos y ciudades, el uso de formas alternativas, la
historia como consumo, mediatizada en documentales, la recuperación de
héroes olvidados. Sin embargo, a veces pareciera que la historia tuviera
que ver más con una novela de intriga que con hechos sociales
concretos.
¿Cómo evaluar?
En
primer lugar no soy amigo de la promoción automática, me parece una
forma de disculparse. Hay que revisar las cuestiones de cómo evaluar,
cuándo evaluar, cómo hacer para que los niños quieran ir la escuela,
escuela de contención. La única forma que un docente tiene para que sus
estudiantes aprendan es cambiar la forma de evaluar.
La motivación de
un estudiante para ir a la escuela no debe ser solo por aprobar el año
escolar, lo importante es generar en ellos un entusiasmo por aprender,
por saber qué vale la pena. La evaluación es un momento agotado y entre
más agotado mejor funciona el proceso de calificación.
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